viernes, 28 de febrero de 2014

Dostoyevski

En la extraordinaria novela de Dostoyevski a Ivan Karamazov se le presenta un extraño visitante, una imagen alucinada o parte de su más intima y oculta conciencia. Mantiene un interesante diálogo con él. Parte de este diálogo lo exponemos aquí por su interés filosófico:
-El joven pensador seguía diciendo: «Pero nos preguntamos si esta época llegará. En caso afirmativo, todo quedará resuelto, y la humanidad se organizará definitivamente. Pero como, dada la necedad inveterada de la especie humana, esto tal vez no se realice hasta dentro de miles de años, todo hombre consciente de la verdad tiene derecho a reglamentar su vida como le plazca, ajustándola a los nuevos principios. Admitido esto, habrá que admitir también que ese hombre tiene derecho a todo. Es más: incluso aunque esta época no haya de llegar nunca, el hombre nuevo, sabiendo que Dios y la inmortalidad no existen, puede convertirse en un hombredios, aun en el caso de que sea el único que viva así. Ese hombre podría hacer caso omiso, sin la menor preocupación, de las reglas tradicionales de la moral, esas reglas a las que el ser humano está sujeto como un esclavo. Para Dios no hay leyes. En cualquier parte en que se encuentre, está en su sitio. En cualquier parte donde yo esté, me encontraré en el primer puesto… En una palabra: tengo derecho a todo.» Es un razonamiento encantador. Claro que si uno quiere trampear, ¿para qué necesita la verdad? Pero el ruso contemporáneo es así: adora de tal modo la verdad, que no se decide a utilizar el engaño como no pueda apoyarse en ella…

COMENTARIO: LA FILOSOFÍA DE LA SOSPECHA
Nietzsche y Marx (también Freud) tienen aspectos filosóficos comunes. Ambos aparecen en el siglo XIX e influyen vivamente en el siglo XX. El rasgo común más sobresaliente de ambos es su ateísmo. En relación con el problema de Dios podemos reconocernos en tres posturas diferentes. El teísta cree en Dios, en algún sentido “sabe” que existe y a veces tiene un interés manifiesto en demostrar o convencer a los otros de su existencia, pues esto aportaría algo bueno a la Humanidad. El ateo no cree en Dios. La proposición “Dios existe” es probablemente falsa, pero lo fundamental es que “sin duda”, es una mentira. Las mentiras son siempre interesadas. Así pues Nietzsche o Marx sospechan que detrás de esta “mentira” existen intereses por parte de grupos, instituciones o formas de vida concretas, que salen claramente beneficiados. Dios, su moral y su religión son entonces un engaño. Desmontar la mentira de la religión constituye uno de sus principales proyectos. Si somos capaces de desenmascarar esta mentira, parecen pensar, la Humanidad saldrá beneficiada por ello. Esta actitud de sospecha ante la religión es lo que ha servido para denominarlos como los filósofos de la sospecha. En rigor, sospechar y no conformarnos con explicaciones dadas es la actividad fundamental del filósofo.
Entre medias de estas dos posturas extremas encontramos el agnosticismo. El agnóstico no afirma ni niega la existencia de Dios. En algún sentido cabe decir que ni le sobra ni le falta Dios y por consiguiente no muestra interés a favor o en contra. Considera que el problema teológico no resuelve los problemas vitales. El agnóstico está perfectamente instalado en la realidad del mundo, y Dios, de existir, es cosa de otro mundo. (Para más información sobre el concepto de agnosticismo leer ¿Por qué soy agnóstico? de E. Tierno Galván).
El texto de Dostoyesvski en cierto sentido se anticipa a posturas ateas propias del mundo contemporáneo. La duda o la negación de Dios posibilita el nihilismo que en su sentido más atroz se muestra en los totalitarismos del siglo XX. Aunque nos muestra una cara más amable en los avances científicos que posibilitan tantas mejoras a la Humanidad y un sentido más profundo de la libertad y la responsabilidad del ser humano tan presente en el existencialismo de Sartre.
Los trágicos personajes de Dostoyesvki son proyectos del superhombre nietzscheniano que sin embargo no pueden desembarazarse de su propia conciencia moral. Siendo así, en el límite del nihilismo yace una profunda espiritualidad. En el interior de sus conciencias parece desarrollarse una agónica batalla que les dota de humanidad y transcendencia: si Dios no existe todo me está permitido (parecen decirse), pero a pesar de la fría reflexión siento que no todo me está permitido, ergo Dios debe existir. ¿Nietzsche versus Kant?
El texto expuesto puede servir para introducirse en el problema de la moral kantiana y la crítica que Nietzsche realiza a Dios y a la moral tradicional en toda su filosofía.