domingo, 16 de mayo de 2010

LA DEMOCRACIA ATENIENSE

Con el presente texto tratamos de comprender el significado originario del término Democracia y su relación con la Democracia Moderna.

LA DEMOCRACIA Y SUS ACEPCIONES CONTRARIAS

—…Más importante fue, en el año 508 a. C., la obra de Clístenes, el cual estableció un nuevo sistema destinado a hacerse famoso.
—¡La democracia!
—La democracia, sí; pero este régimen (en realidad tuvo muchas formas en Grecia) fue, de hecho, muy distinto del que después, en la era moderna, tomó el mismo nombre; incluso en las correspondientes acepciones nominales era distinto.
—¿Respecto al nombre?
—Sí, me refiero a la etimología. Los modernos traducían demos por “pueblo”, es decir, por colectividad de personas. Sin embargo, cuando Clístenes hizo su reforma, la palabra tenía un significado mucho más restringido.
—¿A qué denominaba Clístenes demos?
—¿Recordáis como las primitivas unidades sociales se fueron agrupando: genos, fatrías, etc.?
—Sí.
—Pues bien, dentro de la polis, que era la más amplia de todas, estaba la demos, que era, podríamos decir, uno de los distritos que la formaban. Fue el propio Clístenes quien, con su reforma, otorgó categoría de unidad política a la demos; siendo así, el régimen por él instituido, la democracia, debía traducirse como “gobierno de los distritos”.
—Mientras que, modernamente, se traducía como “gobierno del pueblo”: ¿es esto lo que quieres decir?
—Efectivamente; algo, como podéis ver, bastante distinto.
—Tenemos ya a la polis de Atenas dividida en demos: ¿en cuántos? —preguntó Cast.
—En cien; los cuales, a su vez, se agrupaban, a efectos prácticos, en diez fylés.
—¿Por qué diez?
—Porque el año se dividía en diez meses; y, en cada uno de estos meses, el mando era ejercido por la fylé que, según la Constitución, le correspondía.
—Comprendo —dijo Poll—: el primer mes, pongamos por caso, gobernaba la fylé primera. ¿Pero qué pasaba después?
—Que entre todos los que la componían se elegía, ¡atención!, por sorteo, a cincuenta; grupo éste ya más reducido y funcional, que recibía la denominación de pritanía.
—¿Quién era el jefe de la pritanía?
—Nuevamente, era la suerte la que decidía quien de sus miembros quedaba como gobernante: como opístato, cuyo mandato duraba veinticuatro horas tan sólo. En ellas, actuaba como jefe del Estado; pero eran las únicas de toda su vida; a partir de entonces, no podía entrar una nueva vez en sorteo. Sin embargo (quizás para compensar lo efímero y para recordar la efemérides), las aprovechaba al completo, pues ni siquiera le estaba permitido dormir.
—Con este sistema, y dado el reducido número de atenienses libres, cualquiera podía ser, no ya miembro de la pritanía, sino incluso su presidente —dedujo Cast.
—Claro, y ni siquiera necesitaba demasiada suerte para ello —añadió Poll.
—Así ocurría de hecho; mientras que la democracia moderna trataba de hallar lo más justo mediante elección, la democracia griega la obtenía mediante el azar: ¿era lo mismo?… Los griegos entendían que este estocástico sistema era el más perfecto para encontrar lo que ellos llamaban omoía; es decir: equidad. Juzgad vosotros cuál era más conveniente para hacerla efectiva.
—¡Eran sistemas opuestos! —exclamó Poll—: ¡los antiguos otorgaban una pequeña parte de poder a cada uno de los ciudadanos, mientras que los modernos se lo otorgaban todo a uno solo!
—Así de capciosas podían ser las palabras —dijo el cora asintiendo; después, continuó—: Además del Consejo de los Quinientos, estaban los estrategas o generales, que se agrupaban en número de diez y eran elegidos por el Consejo de Arcontes; los quinientos heliastas formaban el tribunal popular y eran los designados de un grupo mayor elegido mediante sorteo. Tanto los estrategas como los heliastas sobrepasaban, a veces, sus potestades ejerciendo funciones ejecutivas. Había también circunstancias en las que para hacer la elección de miembros de determinados órganos se constituían órganos intermediarios, pero explicar esto sería ya muy prolijo.
—En cualquier caso —observó Poll—, se entiende a qué destinaban su tiempo y sus preocupaciones los griegos, teniendo como tenían una buena población de esclavos a su servicio.
—Evidente; y pese a su complejidad, o quizás precisamente por ella, el sistema político griego (como todos los de la Tierra) estuvo muy alejado de la armonía. Por el contrario, se hallaba viciado, ¡no por los intereses contrapuestos, cosa legitima!, sino por el interés en mantener la función, la partidocrática función.
—El gobierno ateniense parece muy poco personalista.
—Sí, pero hubo una excepción importante: la de Pericles. Pericles era un mandatario que se hizo nombrar strategos autokrator (lo que le permitía ser jefe del Ejército e independiente del control de las asambleas) y que, de hecho, llegó a ostentar más poder de lo que la Constitución había permitido hasta entonces. Pericles, como Alejandro, como César o como Napoleón, fue quizás la excepción a la regla de la que hemos hablado, en virtud de la cual, la autocracia resultaba tanto más perjudicial para los mandados cuanto mayor era el grado de poder de quien lo ejercía…

El autor del texto es don José María Dermit, médico y ensayista al cual pertenecen todos los derechos del mismo.

CUESTIONES:
1/¿A qué denominaba Clístenes demos y qué significaba entonces el término democracia?
2/¿Cómo se traduce modernamente el término democracia?
3/La democracia moderna trata de hallar lo más justo mediante elección, ¿pero cómo trataba de hallar lo más justo la democracia griega?
4/La democracia griega otorgaba una pequeña parte de poder a cada uno de los ciudadanos: todos los ciudadanos atenienses tenían verdadero poder.¿Ocurre lo mismo en la democracia moderna? Explícalo

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